Libros de Clark Aston Smith

Portada de EL ÍDOLO OSCURO

EL ÍDOLO OSCURO

Autor: nombre

Temática: General

Descripción: corredores. Desde aquel momento hasta el amanecer, los cascos llenaron sordamente sobre las cúpulas más elevadas, como si el séquito de los dioses cabalgase por allí, trasladándose de un cielo a otro en tumultuosa cabalgata. Zotulla y Obexah, que yacían juntos mientras los terribles cascos iban de un lado para otro, en el salón que estaba delante de su aposento, no tuvieron ni ánimos ni deseos de pecar ni pudieron encontrar ningún consuelo en su proximidad. En la grisácea hora que precede a la madrugada, oyeron un ruido atronador sobre la atrancada puerta de bronce de su cámara, como si algún poderoso semental, encabritándose, hubiese tamborileado allí con sus patas delanteras. Poco rato después, los cascos se alejaron, dejando un silencio que parecía un interludio mientras se preparaba la tormenta final. Más tarde se encontraron por todas partes las señales de los cascos en los salones, estropeando los brillantes mosaicos. En las alfombras de hilo de oro, plata y escarlata había negros agujeros producidos por las quemaduras, y las altas y blancas cúpulas estaban marcadas como con la viruela; en la puerta de bronce de la cámara de Zotulla estaban profundamente marcadas las huellas de los cascos anteriores de un caballo. Ahora bien, en Ummaos y en todo el país de Xylac ya era conocida la historia de estos prodigios y se consideraban como algo amenazador, aunque había diversas interpretaciones. Algunos sostenían que Namirrha los enviaba como una señal de su supremacía sobre todos los reyes y emperadores y algunos pensaban que el causante era un nuevo hechicero que había aparecido allá al este, en Tinarath, y deseaba suplantar a Namirrha. Y los sacerdotes de los dioses de Xylac sostenían que sus diversas deidades habían enviado las apariciones como una señal de que en los templos debían realizarse más sacrificios. Entonces Zotulla reunió a numerosos sacerdotes, magos y adivinos en el salón de audiencias, cuyo pavimento de jaspe y alqueca había sido penosamente estropeado por los invisibles cascos, y les pidió que averiguasen la causa de la aparición y encontrasen un modo de exorcizarla. Pero viendo que no llegaban a ningún acuerdo entre ellos, proveyó a las diversas sectas sacerdotales con sacrificios para sus varios dioses y los mandó marchar; los magos y adivinos, bajo amenaza de decapitación si se negaban, fueron enviados a visitar a Namirrha en su mágica morada para preguntarle, de su parte, si por casualidad era él quien estaba enviando aquello, o si era obra de algún otro. Abatidos quedaron los magos y adivinos que temían a Namirrha y no se atrevían a penetrar en los aterradores misterios de su oscura mansión. Pero los soldados del emperador les empujaron hacia delante, levantando sus grandes espadas curvas contra ellos cuando vacilaban, así que, uno a uno, en inseguro orden, la delegación fue hacia la puerta de Namirrha y se desvaneció en la casa construida por el demonio. Antes del atardecer regresaron junto al emperador, pálidos, balbucientes e inquietos, como hombres que han visto el infierno y contemplado su propio destino. Dijeron que Namirrha les recibió cortésmente y les había enviado de vuelta con este mensaje: - Que sepa Zotulla que la aparición es en recuerdo de algo que él ha olvidado y la razón de esto le será revelada en la hora preparada y dispuesta por el destino. Y esa hora se acerca, porque Namirrha invita al emperador y a toda su corte a un gran banquete mañana por la tarde. Habiendo entregado este mensaje, ante la consternación y asombro de Zotulla, la delegación pidió licencia para retirarse. Aunque el emperador les interrogó minuciosamente, parecían poco dispuestos a relatar las circunstancias de su visita a Namirrha, y tampoco quisieron describir la famosa casa del hechicero, excepto en una forma vaga, contradiciéndose unos a otros en lo que decían haber visto. Por tanto, y después de un rato, Zotulla les mandó marchar; cuando se hubieron ido, estuvo cavilando durante largo tiempo sobre la invitación de Namirrha, que era algo que no se

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